Día 1 de enero de 2014. Me creáis o no me ha costado un par de correcciones el escribir la primera frase, y es que parece que nos cuesta horrores dejar el año viejo atrás; entre gente que te felicita el año en febrero y que las primeras semanas uno firma con el año anterior al que corresponde…. no sé cómo no coge el año y se va por donde vino.
Y el caso es este, hoy me ha asaltado una idea, una inquietud, algo que realmente me hace plantearme muchas cosas. Algo tan simple como, ¿es suficiente que algo vaya mal para cambiar el rumbo?
Y es que, al menos a mi me pasa, que hay cosas que empiezo y dejo porque me resultan complicadas, aburridas o porque no son lo que había imaginado exactamente en mi cabeza y, sin duda, es una tentación que tenemos los que gestionamos empresas y, más aún, en tiempos de dificultades.
¿Acaso el 2014 se va a marchar porque sigamos firmando como 13 de enero de 2013 o porqué exista hasta marzo aquel que se empeña en recordar el feliz año como si del 2 de enero se tratara?
Cierto es que la comparación puede resultar irrisoria, pero tan peculiar como común a todas las personas, gestionen o no. Pero, para los que gestionamos, el quid de la cuestión residen en el momento en el que eres capaz o no de discernir la cantidad de olas que soporta tu barco antes de que se abra una brecha y si serás capaz de atravesar la tormenta o, un cambio de rumbo, podrá mantenerte a flote y esperar a que pase el temporal.
Pues con mi deseo de que todos seamos capaces de ser grandes capitanes con esa pizca de suerte que siempre nos hace falta, me despido.
Feliz 2014.
JRM